La conocida frase ‘un perro se parece a su dueño’ va más allá del aspecto físico (en muchos casos, cuestionable), llegando a enlazar la simpatía de una persona con la predilección social que tiene la mascota. Eso afirma la Universidad de Leicester. En un estudio realizado por ellos, los dueños más jóvenes y menos agradables mostraban preferencia por aquellos perros considerados peligrosos. Y no se trataba de una cuestión de actividad sino de estatus.
Multitud de estudios han demostrado que la mascota no es violenta en sí misma, quedando el papel principal de su educación y socialización en el dueño. En palabras de la investigadora Meghan Herron:
La influencia del ambiente durante el periodo de socialización (entre tres y doce semanas)es muy importante. Hasta la raza más dócil puede volverse agresiva si no aprende durante este período que otras personas y perros son seguros.
O lo que es lo mismo, darle una mala educación (no concederle tiempo, no mimarlo y sobre todo, no entrenarlo) es un camino directo a la agresividad.
Igualmente, Herron señala que la agresividad ni la tendencia al ataque es la misma en todas las razas consideradas peligrosas, siendo el Pit Bull el más propenso al ataque a otros animales. El Pastor Alemán o Chow Chow fija su atención en otros humanos; y los Cockers y Terriers fijan su objetivo en sus propios dueños.
El entrenamiento es esencial a la hora de tratar la agresividad de la mascota. Un estudio realizado por la Univsersidad de Pennsylvania en 2009 certificó que un entrenador agresivo lo único que obtiene es una mascota agresiva. Entendemos por agresividad los golpes e intimidación para corregir comportamientos. Estos entrenamientos basados en dominancia (en ocasiones defendidos por programas de televisión) son propensos a generar violencia animal hacia los dueños, además de ser un tremendo error de base. Existe la creencia de que el perro agresivo intenta imponer su control sobre otros animales o humanos, y que para evitarlo hay que ejercer el dominio. Se trata de una leyenda urbana que no lleva a nada bueno.
Y no podemos dejar pasar la ocasión de analizar el concepto macho alfa. La idea que tiene el humano sobre esta figura es erróneo, ya que se centra en el liderazgo por decreto de la manada, cuando no se trata de eso. A tenor de Carl Safina, en su columna del The New York Times, el verdadero macho alfa es empático y respetuoso. En resumen, un animal con comportamiento violento recibe un entrenamiento inadecuado fruto de una persona con un planteamiento propio erróneo.
Incluso es importante conocer de donde puede venir el mayor foco de agresividad. En un estudio realizado por la Universidad de Córdoba en 2009 con más de 700 animales, dibujó un perfil donde el tamaño pequeño, el sexo masculino y la edad entre los cinco y siete años (además de la raza, obviamente), eran factores que determinaban la agresividad. De todos modos, estos factores tienen un peso mínimo a la larga.
Herron asegura que no se trata de un problema con solución sencilla. Comenzar adoptando un cachorro de padres amistosos y hacerlos sociabilizar entre las tres y doce semanas es un buen primer paso, pero a partir de ahí, todo depende de nosotros, como dueños responsables. Herron va más allá, y aboga por la educación ciudadana a la hora de leer el lenguaje corporal del can, para interactuar con ellos de forma más segura.
Vía: ElConfidencial.