En el caso de los niños, los animales los ayudan a potenciar aquellas capacidades que aumentan su inteligencia emocional, como son la compasión, comprensión de la muerte o la autoestima.
Según Abelló, los niños entre cero y siete años desarrollan cierto tipo de inteligencias al convivir con una mascota. «Dejando de lado la compañía que un perro, gato o conejo hacen, una mascota marca una rutina, obliga a tener una responsabilidad hacia ella. Ayudan a los más pequeños a relacionarse cuando están pasando un mal momento, les cuesta abrirse a los demás o piensan que los mayores no les entienden». Estas situaciones hacen que la inteligencia emocional se desenvuelva en varias formas.
En el momento en que un niño debe cuidar y alimentar a su mascota, aparece el sentimiento de compasión en este vínculo, haciendo que el pequeño entienda la relación de dependencia que se produce entre su mascota y él, que posteriormente asociará en un entorno social por el mecanismo de repetición – memoria – entendimiento.
Según los datos recogidos por la propia Petclic, los niños de entre tres y seis años con mascotas, empatizan más con otros seres humanos y animales que aquellos que no tienen.
Hay que tener en cuenta además factores como un adecuado descanso, actividad física, convivencia con la familia y una buena alimentación con productos de alta calidad para prolongar ese vínculo y la buena salud de cualquier animal.
El sentimiento de autorealización también está presente cuando les mandan alguna tarea a realizar para su mascota, ya sea darles una golosina, llenar el bebedero o sacarles a pasear. El niño se siente realizado y se refuerza su autoestima.
El desarrollo cognitivo y las situaciones de estrés son otros momentos donde la mascota aporta.
Cuando los niños juegan con sus animales, les hablan e incluso les leen, la capacidad verbal aumenta ya que la mascota actúa como un receptor de órdenes, consejos e historias que los mismos niños se inventan.
Las mascotas también ayudan a relajarse y a combatir el estrés que generan las situaciones negativas que se forman a su edad, como no poder salir al parque, no poder jugar con un juguete en cierto momento o no poder ver la televisión. Los animales disminuyen la tensión, los calman e incluso oyen cuando están enfadados. Además, la mascota escucha sin juzgar, tampoco da órdenes ni castiga.
La mascota además ayuda a comprender el ciclo de la vida y la llegada de la muerte.
Entender este procedimiento es menos complicado para los más pequeños y más fácil de explicar para los padres. El modo en que se le explique al hijo este hecho, condicionará la manera de comprenderlo en el futuro.
Fuente: ABC.